Quemaduras
¿Quien soy?
No dejo de sorprenderme todos los días y no, no es algo bueno. Es algo malo.
Porque ya no sé cómo voy a actuar a continuación, no soy capaz de predecir mis acciones.
Y eso es algo malo, es algo errático. Vaya, cómo me encanta esa palabra.
Soy el culpable de todos los pecados,
lo acepto.
Todo es mi culpa.
Evitando la empatía,
digo que si, es mi culpa.
Últimamente todo ha sido tremendo visaje, me he sentido en la mierda un par de veces por razones que desconozco, literalmente del éter llega la tristeza y en un segundo me hace doblar mi abdomen para ocultar mis lágrimas que duran 1 o 2 segundos a lo mucho, para pararme de nuevo al segundo número 5 con una genuina sonrisa dispuesta a todo por crear curvas en las bocas de los demás, hasta que muestren los dientes; pero cuando sucede no puedo evitar despreciar esos malditos dientes de la gente, putrefactos y purulentos de alegría falsa, sólo quiero hacerlos sangrar y tumbarlos de sus cuencas. Pero llega el remordimiento,
¿por qué pensé algo así?
Las transiciones son una mierda, son muy rápidas y a veces he llegado a sentir gusto por las emociones negativas, ¡SI! desde hace un rato ya, me gusta sentirme triste (pero no tanto) porque siento que pienso mejor, que ahorro más energía al quedarme ahí quietico, sin joder a nadie con mis estupideces existenciales, realmente dudo que a la gente le interese mi manera de pensar, lo hacen nada más para complacer alguna duda generada hace años con la teoría más mediocre que se les pase por las narices.
Podría decir que he visto atardeceres, muchos atardeceres, de muchas maneras.
Pero la cotidianidad me trajo un regalo de suicidio, ¡se suicidó!
Me mostró el atardecer más bello que he visto jamás, y Dios estuvo allí,
me dijo cosas, cosas que no entiendo, que quiero entender. O tal vez no las quiero entender.
No tengo porque seguir haciendo esto, no es mi camino, estoy descarrilado. Me dijo que me relajara, que fresco, porque todo lo que viene va a estar mucho mejor. Tengo que seguir estrellando personas, tengo que aprender muchas cosas para hacer lo que sea que tengo que hacer, para dormir, porque estoy muy cansado, cansado de todo un poco.
¿Por qué nunca aprendo?
Las mismas lecciones todos los días y todos los días raspado.
¿O será que me gusta rasparme?
Quiero volar sobre un cultivo de flores con olores suaves, con olor a lavanda y ver muchos colores mientras el viento pasa de frío a caliente y así hasta que me duerma y empiece a soñar con las galaxias rosadas, (es que tan solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta), porque allá tengo que ser muy cuidadoso de no chocar contra algo porque a esa velocidad quedaría hecho pedazos, pero me encanta me encanta la idea, algo así cómo que mi sangre azul y mis huesos metálicos quedaran plasmados en la sonrisa nebular, como una imperfección perfecta.
No dejo de sorprenderme todos los días y no, no es algo bueno. Es algo malo.
Porque ya no sé cómo voy a actuar a continuación, no soy capaz de predecir mis acciones.
Y eso es algo malo, es algo errático. Vaya, cómo me encanta esa palabra.
Soy el culpable de todos los pecados,
lo acepto.
Todo es mi culpa.
Evitando la empatía,
digo que si, es mi culpa.
Últimamente todo ha sido tremendo visaje, me he sentido en la mierda un par de veces por razones que desconozco, literalmente del éter llega la tristeza y en un segundo me hace doblar mi abdomen para ocultar mis lágrimas que duran 1 o 2 segundos a lo mucho, para pararme de nuevo al segundo número 5 con una genuina sonrisa dispuesta a todo por crear curvas en las bocas de los demás, hasta que muestren los dientes; pero cuando sucede no puedo evitar despreciar esos malditos dientes de la gente, putrefactos y purulentos de alegría falsa, sólo quiero hacerlos sangrar y tumbarlos de sus cuencas. Pero llega el remordimiento,
¿por qué pensé algo así?
Las transiciones son una mierda, son muy rápidas y a veces he llegado a sentir gusto por las emociones negativas, ¡SI! desde hace un rato ya, me gusta sentirme triste (pero no tanto) porque siento que pienso mejor, que ahorro más energía al quedarme ahí quietico, sin joder a nadie con mis estupideces existenciales, realmente dudo que a la gente le interese mi manera de pensar, lo hacen nada más para complacer alguna duda generada hace años con la teoría más mediocre que se les pase por las narices.
Podría decir que he visto atardeceres, muchos atardeceres, de muchas maneras.
Pero la cotidianidad me trajo un regalo de suicidio, ¡se suicidó!
Me mostró el atardecer más bello que he visto jamás, y Dios estuvo allí,
me dijo cosas, cosas que no entiendo, que quiero entender. O tal vez no las quiero entender.
No tengo porque seguir haciendo esto, no es mi camino, estoy descarrilado. Me dijo que me relajara, que fresco, porque todo lo que viene va a estar mucho mejor. Tengo que seguir estrellando personas, tengo que aprender muchas cosas para hacer lo que sea que tengo que hacer, para dormir, porque estoy muy cansado, cansado de todo un poco.
¿Por qué nunca aprendo?
Las mismas lecciones todos los días y todos los días raspado.
¿O será que me gusta rasparme?
Quiero volar sobre un cultivo de flores con olores suaves, con olor a lavanda y ver muchos colores mientras el viento pasa de frío a caliente y así hasta que me duerma y empiece a soñar con las galaxias rosadas, (es que tan solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta), porque allá tengo que ser muy cuidadoso de no chocar contra algo porque a esa velocidad quedaría hecho pedazos, pero me encanta me encanta la idea, algo así cómo que mi sangre azul y mis huesos metálicos quedaran plasmados en la sonrisa nebular, como una imperfección perfecta.
Tu no entiendes la magnitud de lo que te está pasando.
Si la entiendo, no necesito más, quiero dar el siguiente paso.
No puedes, aún.
Quiero quedar hecho pedazos.
Pero, mírate, ¿te fijas en lo que te estás haciendo?
Eso tan hermoso, eres tú.
Soy yo, soy.
La gente no puede ver, nadie me conoce.
Sólo ven mi parte azul, mi parte verde, pocos conocen mi rojo.
Y con certeza, aseguro que nadie.
Nadie ha visto mi negro, o ha vivido para contarlo.
Que bien se confunden el negro y el blanco.
En la irracionalidad
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