El hombre más fuerte del mundo

Suele parecer tan implacable y tenaz, tras observarlo un buen rato me he dado cuenta de que sus puntos débiles decrecen a una velocidad demencial, hasta este punto irracional donde ya no puedo hacer que caiga. Ningún golpe parece surtir efecto en este monstruo, ni mío ni de los demás. Su coraza ha llegado a ser tan fuerte como millones de lonsdaleítas aglomeradas una encima de la otra. No queda nada, no queda esperanza, el monstruo gélido se ha formado al fin.

Gélido...

Si ha gastando tanta de su energía construyendo semejante armadura, eso quiere decir que quiere proteger algo, algo que reside en su interior, algo rompible.

Ver para creer, sólo era necesario fuego, ardiente y apasionado, para que su defensa quedara hecha agua tibia, chorreante cómo una cascada de lágrimas.
¿qué habrá dentro?
Agua rosa, agua roja, sangre coagulándose.
En el medio de lo que solía ser ese gigante de hielo, queda suspendido un cofre de madera de ébano que también quiere espantar aparentando algo que no es.

El fuego se acumula en una forma femenina con cuernos rojos, cabello blanco y ojos chispeantes de pasión, es una druida en su forma humana, con las rodillas al revés y manos delicadas. De su pecho saca una llave de color nácar y en contra del magnetismo que existe entre llave-cofre, que reafirma que lo que está ahí no quiere ser encontrado, la introduce y gira la cerradura. El cofre se abre de golpe iluminando el paisaje con luz blanca enceguecedora, haciendo que todos los restos del gigante desaparezcan, la cascada de sangre se transforma en agua limpia. Del bosque quemado resurge la naturaleza y sus protectoras, las hermanas de la druida. La tierra despacha el color rojo y trae pasto consigo, el cielo se aclara dejando ver el sol verde, las montañas se alzan para crear un atardecer aguamarina.
La luz se debilita poco a poco y los colores se van guardando en el baúl, hasta quedar completamente quieto aguardando al siguiente paso. Impaciente, con toda la calma del mundo.
La druida ésta vez hecha animal se aproxima a ojear el cofre, pero solo descubre un trozo de obsidiana con forma circular.

Después de mucho pensar y de observar los colores que emanaba la roca al ponerla en los ángulos del sol, vio el violeta intenso, se dio cuenta, de que tanto la roca, como ella venían del mismo lugar: pasión destructiva, un nuevo origen arrasador.

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