Aceptado
Aceptarse, qué cosa tan dura.
¿Por qué nos sentimos inconformes? ¿Estaremos siendo muy duros con nosotros mismos?
Los elogios nunca son tomados en serio, causan incomodidad.
Siempre en una perpetua competencia con los demás.
No queremos quedarnos atrás, queremos ser útiles e importantes, y al esforzarnos tanto para estar al margen, nada más nos confirma nuestra inminente insuficiencia o incapacidad, nuestros miedos se hacen reales al saber que, al confirmar que nunca estuvimos hechos para la vida, tarde o temprano nos vamos a quedar atrás, el límite es el límite, no podemos sacrificarnos más, porque no tenemos más.
Por eso, tarde o temprano; hay que.
Hay que aceptarse.
Tienes que aceptarte.
Yo tengo que aceptarme.
Me acepto hoy, por lograr lo que nunca pude: ser como antes. Me siento orgulloso de mis metas logradas y estoy deseoso de seguir luchando por el honor. No necesito otro espectador más que yo mismo, me quiero interesar en mí mismo, quiero quererme y llorar a veces por mi, quiero sacrificar cosas por mi propio bienestar, quiero ser el amor de mi vida.
Pero para esas cosas primero tengo que aceptar.
Aceptar esta mente tan inestable.
Aceptar un espíritu roto.
Aceptar mi alma corrompida.
Y aceptar el vacío en mi pecho.
¡Me siento feliz con esas cosas!
¡Las quiero porque son mías!
Ya lo he dicho antes, muchas veces de hecho.
Afrontaré el pecado y lo haré mío, todas mis acciones, las pagaré.
Así que.
Tengo que aceptar,
una vida sin corazón.
¡Claro que puedes hacerlo! ni lo dudes.
Todo lo que pinte, está destinado a morir.
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