Canción de los crucificados
Adeline se dirigió al pueblo a hacer preguntas a la gente; antes de iniciar con la búsqueda era preciso informarse sobre la situación.
Todo lo que recuerdan es guerra, existe un supuesto ejército de criaturas mágicas y se encuentra liderado por Rhaast, un mago maligno. El único estandarte que sigue de pie y que es capaz de hacerle frente a los monstruos, es Guardia, su ejercito merma cada vez más, pero los valientes caballeros y soldados liderados por el comandante Drago mantienen la batalla lejos del pueblo en el puente Intero, que une la frontera de Whiterun con la de Arborea. El castillo hace función de abastecer al ejército, cuartel general de la milicia y vivienda de la familia real; la reina había sido secuestrada por uno de los seis demonios de Rhaast: Lakrita, asesinó al escolta personal de la reina, y se la llevó a un paradero desconocido. Tras una semana de búsqueda, el canciller afirmó haberla encontrado en el bosque, pero su actitud era muy diferente, sin dudas Rhaast le habría lavado el cerebro.
Lo que los demás no sabían es que esa no era la reina, era la princesa Nadine, de ahí su desequilibrio en la personalidad, si la reina aún estaba viva, el canciller tenía que ver en su secuestro, algo en ese tipo a Ezra no le gustaba nada, en verdad pareciera que no fuese humano. Como primera medida, Adeline le propuso a Ezra que consiguiera ropas de la época, cambiara su apariencia y se ofreciera para unirse al ejército, con sus dotes de espadachín no debería serle tan difícil, una vez dentro del castillo, debería investigar al canciller y cualquier cosa sospechosa debería hacérsela saber. Adeline había traído consigo la paga de la feria y con eso les sería suficiente para rentar una habitación por un par de días en el hostal del pueblo.
Los planes se iban a llevar a cabo el día siguiente, mientras tanto debían descansar. Se dirigieron al Whiterun Inn y al entrar Adeline se llevó la sorpresa de que lucía bastante similar, e incluso mejor al de 1000 D.G,
-Vaya descuido de los dueños actuales ¿eh Ezra?
Por suerte la moneda había sido la misma desde el inicio de Guardia, pero las fechas de impresión eran del futuro, en algún momento estos billetes darán de qué hablar, pensó.
-Una habitación para dos, por favor.
-Vale, necesito ver sus identificaciones.
-Somos forasteros, el castillo no había enviado la brigada de documentación a nuestro pueblo antes de que fuese destruido.
-¿De donde vienen?
-De Medina.
-Está bien, la paga se hace antes de las 6 pm, si gustan pueden pagar toda su estadía.
-Perfecto.
Subieron a su dormitorio y era bastante cómodo para ser de hostal, todo era privado y tenían incluso una pequeña cocina.
-¿Cómo sabías eso de Medina Ade?
-No has aprendido ¿verdad? una buena mujer debe estar preparada y más si anda con un cabeza hueca como tú.
Ambos rieron.
-Estoy muy cansado, vamos a dormir.
Ezra empezó a preparar una colcha en el suelo, justo al lado de la cama.
-¿Qué haces tonto?, la cama es lo suficientemente grande, durmamos juntos.
-No quiero incomodarte, Adeline...
-Me incomodas más si duermes en el suelo.
-Está bien.
La jornada había sido tan fuera de lo común que a pesar del cansancio, ninguno de los dos podía dormir. Ezra generaba y generaba preguntas que sólo él tenía que descubrir; ¿podrían regresar a su época? ¿el tiempo en el futuro seguiría transcurriendo? Su madre debería estar muy preocupada.
...
Después de unas horas, esos pensamientos negativos se fueron disipando, sólo tenía en su mente los recuerdos junto a Adeline, finalmente era ella quien estaba a su lado en esta aventura. Los recuerdos se reproducían como una película vieja en su cabeza: el día que la conoció, con sus gafas gigantescas y gorrito de lana, debían tener unos 7 años, ella se acercó y le dijo:
-¿Me prestarías tu mano?
-¿Mi mano?
La tomo y le sacó medidas
-Gracias.
Al día siguiente llegó con unos guantes que aseguraba estaban hechos con una tela especial, siempre se ajustarían a su medida si les aplicaba un poco de agua. Esos guantes estaban en la mesa, junto a su ropa, los observó y se sintió conmovido. Se le vino a la mente la imagen de su recámara, habían regalos de Ade por doquier cada uno con una historia detrás, desde que eran amigos, su vida había cambiado, ahora tenía un propósito.
Por primera vez en el día, sintió un aire de tranquilidad, al ver a Ade dormida entre sus brazos. Siendo sinceros, ella era lo único por lo que el se levantaba a diario, ella era su razón pero como todo se va volviendo rutinario, no se había dado cuenta hasta ahora.
Con mucha suavidad, tomo el rostro de Ade y le dio un beso en la frente, ella despertó y le devolvió un beso en la mejilla.
Ambos cayeron dormidos.
Lo que el tiempo no marchita.
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